miércoles, 27 de octubre de 2010

Tierras Taurinas. Opus nº 5 en los Kioscos. Colección imprescindible en la biblioteca del aficionado



BUENDÍA, EL MESTIZAJE PERFECTO
Dado que el opus 3, consagrado al encaste Santa Coloma, comenzaba evocando la amenaza que se cernía sobre la ganadería de Sánchez Fabrés, ¿cómo no hablar en el preámbulo de este trabajo dedicado al encaste Buendía, de la desaparición efectiva ya en parte, de la vacada de Hernández Pla, de la cual sólo subsisten tres camadas de machos apalabradas para festejos callejeros?

Desde la gloria de los toros del Conde de Santa Coloma durante el primer tercio del siglo XX, hasta su decadencia en los años treinta, para después recobrar la estima perdida bajo el nombre de Joaquín Buendía, la historia de los Lesaca-Saltillo está llena de resurgimientos. En los años setenta un nuevo declive parecía irreversible: mientras desaparecían las ganaderías procedentes de Buendía que habían asumido el riesgo de modificar el fenotipo, otras lograron sobrevivir merced a que fueron fieles al mismo. Hoy día, La Quinta y Ana Romero atraviesan un verdadero período de bonanza, mientras que Flor de Jara está a punto de conseguir un avance notable. De manera paradójica, el destino es más incierto para las tres ganaderías que surgieron de la partición de la de Joaquín Buendía: “Joaquín Buendía” y Rehuelga adolecen de un déficit de imagen, en tanto que la de Javier Buendía vuelve a empezar desde cero a partir de la venta de Bucaré. Aun más incierto es el porvenir de la ganadería gemela de Felipe Bartolomé, cuyos toros son actualmente lidiados en corridas de rejones.

Así pasa la gloria del mundo, se le susurra al oído a cada nuevo Papa el día de su ascensión al Trono de San Pedro, quemando a sus pies un pedazo de estopa en un brasero. Pero a veces la gloria regresa, y la rueda de la historia gira infinitamente. Cuarta y última parte de la serie consagrada al encaste Lesaca-Saltillo-Santa Coloma-Albaserrada-Buendía, este quinto opus nos permite el plantear la interrogante sobre cuál será el lugar que el mañana depara a este encaste.

¿Acaso el establecimiento de un banco genético en el cual se conservan celosamente ejemplares de las pajuelas extraídas de las especies en peligro de extinción, es la única manera de salvaguardarlas? A riesgo de parecer impermeable a los progresos de la ciencia, en materia de tauromaquia no hay otro método de conservación válido que no sea el que consiste en asegurar las condiciones normales de desarrollo de los encastes amenazados. El panorama de una fila de probetas no podría satisfacer a aquellos para quienes, sin los Santa Coloma o los Coquilla, el campo bravo no sería el mismo, esos que tampoco estarían conformes con la perspectiva de un Parque Jurásico en el que algunos especímenes cultivados in vitro serían exhumados periódicamente de su capullo de nitrógeno para ser exhibidos en un zoológico.

Desgraciadamente, si nada cambia, la visión anterior es la única viable para los tecnócratas que, estadísticas en mano, han entendido perfectamente que estos encastes corren el riesgo de desaparecer debido a su falta de adecuación al mercado. Pese a lo loable de sus intenciones, éstas no pueden tener conformes a los aficionados. Para ellos –y para nosotros- su salvación depende ante todo del sitio que ese mismo mercado sepa reservarle a los encastes fragilizados con el fin de asegurarles un desarrollo durable, conjugando las reglas de un comercio equitativo sin dejar de conservar su especificidad.

Nunca jamás podrá un proyecto de banco genético el compensar la desaparición de los encastes en cuestión: la raza no va a ser preservada en probetas, sino en el campo y en la plaza. Fortalecidos por el apasionamiento que les producen sus buendías, algunos ganaderos comparten ese sentimiento que les ha decidido a conservar el encaste en un contexto difícil. En primera línea se encuentran los hijos y los nietos de Joaquín Buendía, ganadero genial, quien a partir de la cruza inestable llevada a cabo por el Conde de Santa Coloma entre ybarras y saltillos, hizo surgir un mestizaje tan perfecto que sirvió para regenerar a casi todas las ganaderías nacidas del encaste Saltillo en Europa y en México.

Afortunadamente, quizá se inicia un nuevo ciclo, cuyos signos precursores permiten esperar que, después de treinta años de purgatorio, los buendías encontrarán dentro de poco el camino de las ferias. Los aficionados tienen ganas de creerlo, y algunos ganaderos se empeñan en ello. Este opus está dedicado a su valentía.

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